La última colección del genio creativo Jeremy Scott trajo un encanto a la ciudad que estaba recordando la nefasta tragedia de las torres por estos días. Scott reconoció que estaba en fase de una creciente nostalgia por una época difícil; su aporte, fue una toma del color rosa, y tal vez una de neón, fascinando y evocando una vibración, un momento pasado en que los neoyorquinos se podían levantar en todo tipo de "frikismos".
Jeremy Scott consiguió una especial vitalidad a través de una gama de colores llamativos, lentejuelas, y de geometrías sobresalientes, llenas de motivos que se incluyen plenamente a la vida en una serie de esculturas llenas de un poder glamoroso.
A decir verdad no es lo mejor que le hayamos visto al Sr Scott, no hizo el ruido que siempre hace, ni tampoco nos mostró una propuesta fascinante de esas que nos tiene acostumbrados a ver.
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