Los asistentes a este tan esperado desfile tuvieron que mirar dos veces para darse cuenta de que era un decorado y no una calle real. Es que lo hicieron todo sin reparar en gastos, había incluso charcos reales por la acera, ya que incluso una calle Chanel no es inmune a los aguaceros.
Las modelos salieron en masa, solas, en parejas y tríos, iban charlando como si fueran dando un paseo casual de sábado. La ropa que llevaban la sentían como propia, se sentía como una colección patrimonial, exactamente es el tipo de ropa que los clientes adinerados de Chanel buscan.
Había incontables interpretaciones de los trajes de tweed, cada uno tan fabuloso como el otro, se presentaron pantalones acampanados, flores llamativas, sedas, faldas-box plisada y los vestidos de coctel en mosaico compuestos de plástico, peltre rectangulares, dispuestos como los ladrillos, que hicieron eco de nuevo a la arquitectura del entorno del desfile.
¿Y qué es una calle sin una protesta? Para el final, Lagerfeld realizó una completa manifestación con pancartas y todo, que decían "El Tweed es mejor que Twitter", "Sea su propio estilista", "Hacer la moda y no la guerra", "libertad libre", y "Las damas primero", con Cara y Gisele de megáfonos en mano gritando, "¿Qué queremos! ¿Cuándo lo queremos?"
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