La espera para ver el fashion show de Thom Browne parecía interminable, fueron 50 minutos, la música que se escuchaba era como un tintineo de una galería con paredes acolchadas blancas, luces parpadeantes y los maniquíes sin cabeza blancos también colgaban desde el techo. Como más de uno de los asistentes trinó Twitter, que era como estar en un manicomio.
Los primeros looks en salir fueron las enfermeras, todos los modelos de steampunk en encaje blanco rígido con las caderas acolchadas, marchando a través de las diferentes salas de juego del señor Browne. El resto de la colección, estuvo basada en construcciones cada vez más elaboradas y surrealistas, esto se muestra en las modelos maquilladas con lápiz labial rojo manchado en base blanca, como un Heath Ledger en "The Dark Knight", y algodón de azúcar en el pelo como si salieran del salón de belleza de Tim Burton.
Los vestidos eran de fantásticos, con cordones de goma ligeramente transparente o de plástico, algunos mirando como si estuvieran consagrados en recortes de papel y otros como caracuchas o rizos de macarrones se habían unido a ellos. Algunas modelos llevaban collares de perlas que habían sido moldeado y endurecido para sobresalir en ángulos extraños, y uno tenía unos pequeños gatitos de peluche, blanco pegados a una correa de perlas.
En esta colección, el Sr. Browne fue más allá de sus pantallas anteriores, de las aplicaciones de tejido en tres dimensiones y de la construcción de vestidos como si fueran arquitectura. Algunos tenían jaulas de celosía blanca o de seda finamente plisada que se asemejaba a las obras de arte de Santiago Calatrava o Frank Gehry... En definición un paraíso, que bailaba entre lo artístico, lo absurdo, la locura, lo teatral y lo sublime.
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